lunes, 20 de julio de 2015

Una casa para el abuelo.

Una casa para el abuelo
Grassa Toro/Isidro Ferrer
Libros del Zorro rojo, 2014
+6

Hoy en día la muerte suele ser algo que ocurre fuera de casa. Queremos separarnos de ella lo más posible, pedimos a otros que se encarguen de todos los trámites y, por supuesto, intentamos ahorrar o, al menos, dulcificar el mal trago a los más pequeños.
En Una casa para el abuelo no ocurre nada de esto. Al morir el abuelo su hija, su esposa y sus nietos buscan un lugar para enterrarle. Eligen un pueblo alegre, vivo y rodeado de girasoles. Y allí, donde descansa el abuelo, ellos levanta su casa y viven todos juntos, “cada uno a su manera”. Todos participan en el entierro y en rehacer la vida sobre el recuerdo del abuelo. No hay ocultación. Ya se encargan de mostrarlo las ilustraciones de Isidro Ferré, expresivos collages que mezclan dibujos bastante geométricos y fotografías de personajes hechos con objetos de lo más variopinto. Las imágenes transmiten una vitalidad y alegría que pudiera, en una primera lectura, chocar con el tema de la historia. Pero este es un libro que merece una visión pausada y detallada. No en vano, este trabajo le valió al ilustrador el Premio Nacional de Ilustración 2006.

Con sencillez y naturalidad, el cuento nos muestra la conexión entre lo vivo y lo muerto, cómo la vida se hace sobre los recuerdos, sobre las vidas de otros que nos han dejado su amor y sus historias antes de irse.
La familia de este texto no solo acoge la pérdida del abuelo, sino que la integra en su vida cotidiana como algo fundamental. Edifica sobre ella. De esta manera, quien se ha ido está siempre aquí.

Una casa para el abuelo es un cuento en el que el pasado se muestra como los cimientos del presente, donde el abuelo permanece a través de las ilustraciones que nos lo muestran vivo, sosteniendo el hogar, y en las historias de la abuela que, a veces, no puede evitar contarlas con voz de hombre.