martes, 28 de octubre de 2014

Poemas para Halloween

Se acerca la noche de los sustos, los dulces y las calabazas siniestras... ¿Por qué no celebrarla tambien con poesía?
Estas dos que os proponemos aquí forman parte de un poemario inédito en el he unido mis palabras a los colores de la genial Laura Chicote y pueden ser una manera divertida de dar la bienvenida a los monstruos que se despiertan por estas fechas.
Usadlas en casa, en el cole, buscad compañeros para estos simpáticos seres... Puede ser una actividad interesante para el aula colocar a los personajes terroríficos de estas fechas en situaciones extrañas y contar sus historias, ya sea en forma de poemas, ya como cuentos breves. 

Por ejemplo: ¿Que pasaría si un esqueleto tuviera un perro como mascota?; ¿Y si un zombie condujera el metro? ¿Cómo sería la vida de una momia vendedora de castañas?


También dan mucho juego estos personajes para hacer divertidos Límeriks:


Conocí a un esqueleto muy simpático
que no era capaz de quedarse estático.
bailaba y bailaba sin fin
cada vez que oía un violín
aquel marchoso esqueleto tan simpático 

Una vez me encontré a un hombre lobo
comiendo boquerones en adobo.
Devoró hasta los de su vecina
y forró toda su tripa con espinas
aquel tragón y lúdico hombre lobo.

Me hablaron de una enorme calabaza
que se jactaba de ser de pura raza.
Se enamoró de un rábano picante
que la dejó plantada en Alicante
a la pobre y creída calabaza.

Happy Halloween!


domingo, 12 de octubre de 2014

El comeversos

Este trabajo es uno de los resultados que surgieron del taller de poesía "Como si fuera una cereza" dinamizado por Mar Benegas en Madrid, los pasados 3-5 de octubre.
El comeversos es una actividad para hacer con niños de entre 6-8 años, tanto en el aula como en un entorno informal. Aunaremos poesía y manualidades.

Presentaremos a los niños nuestro come versos: uno de esos comecocos de papel con los que se juega a elegir un color, que esconde un mensaje detrás. 
En el nuestro, los colores se han sustituido por dibujos hechos con huellas; y los mensajes serán estrofas de un poema acumulativo que cuenta su historia.  Este que aquí presentamos salió de la imaginación de Ines Puig y yo le puse palabras.

La actividad consiste en invitar a los niños a jugar con el comeversos, que se ha comido un poema y tenemos que descubrirlo. Haremos que un niño diga un número y elija un personaje. Lo abriremos y leeremos la estrofa que esconde. Les preguntaremos sobre ese personaje y lo que hace, que nos cuenten cómo se lo imaginan... dependiendo de lo que digan los versos.

Repetiremos esto hasta obtener las ocho estrofas del poema. Entonces, tendremos un poema desordenado sobre el que habremos dicho ya muchas cosas. Es el momento de ordenarlo y conocer la historia completa. 
Entre todos, colocaremos las estrofas y podremos leerlo: 

Pío, pío, pío, pío
este huevito no es mío.

Es de un señor con tres ojos
que se llama Trampantojo.

Se lo quitó a su vecina
que es una gallina china

y se lo pegó con celo
bajo el sombrero, en el pelo.

Se hizo globo y alzó el vuelo
hasta las nubes del cielo.

Lo vió allí una señorita
con bolso y con pajarita.

Un señor muy elegante
lo colocó en un estante.

Y del huevo nació un pez
que se hizo huevo otra vez.



Y ahora, llega el momento de que cada participante elabore su propio comeversos. Para ello necesitaremos papeles de colores, tinta para pintar con huellas, y un poquito de la imaginación que estará correteando por la sala en ese momento. 



Y si nos atrevemos, podemos inventarnos nuestras historias acumulativas y, solos o con ayuda, escribirlas en nuestros comeversos para luego jugar con otros. Podemos seguir el modelo del huevito o inventarnos el nuestro propio y empezar así:

Isa se encontró un gorrión
El gorrión subió a un armario
El armario subió a un pez
El pez se subió a...

martes, 7 de octubre de 2014

Cuando la muerte vino a nuestra casa

Jürg Schuiberg/Rotraut Susanne Berner

Lóguez Ed. 2013

+5

Esta historia está ambientada en un lugar donde hubo un tiempo en el que no conocían a la Muerte. Por eso, aquello que podía construirse se mantenía hermoso y entero, y no necesitábamos darnos los buenos días porque todos los días eran buenos. Esta situación idílica se trunca cuando aparece un viajero como otro cualquiera que tropieza y ha de quedarse a descansar y recuperarse una noche. Y este pequeño incidente lo cambia todo de manera dramática.

Explícito y crudo en una primera lectura, este álbum ilustrado trata con exquisita sutileza las múltiples caras de una vida con sentido, viva. La Muerte rompe la calma insípida del lugar y con ello enseña a sus habitantes a sentir. En las primeras ilustraciones vemos a unos personajes planos, fríos, que no expresan absolutamente nada en su “mundo feliz” hasta que la aparición de la Muerte los despierta. Y es un despertar suave, sutil, que se manifiesta en que los dibujos empiezan a moverse, a interactuar, a sufrir y, poco a poco, expresar emociones con sus rostros. La siniestra viajera trae a ese lugar aparentemente idílico el sufrimiento, pero también la compasión y el consuelo. Llega la vida con sus claroscuros.

Después de una lectura reposada del texto y de los dibujos, aprendemos que el hecho de que las cosas se acaben, marchiten, rompan, es, al mismo tiempo lo que demuestra que están vivas. Si moriremos algún día es porque estamos vivos. Saber que tenemos un final nos permite disfrutar del día a día y del otro, preocuparnos por su salud y desearle un buen viaje. La otra opción, aparentemente feliz, es una existencia hueca, de muerto viviente, sin sentido ni sentidos. Sin vida. Si queremos vivir, es preciso asumir que somos “vivos murientes”.